GLASGOW

Érase una vez en un pueblo no muy muy lejano que la gente se veía atraída hacia un pub. Pasaban por delante de la puerta y como si de unas ondas magnéticas se tratara el influjo era tal que succionaba hacia dentro a la gente que no es de piedra.

Ante este fenómeno la veigadescalza empezó a investigar las razones que inducían a la gente a entrar en ese pub. Entrevistando a todo aquel que se dejaba llevar hacia dentro, como si de un canto de sirena atrapase a cualquier náufrago nocturno que se acercase, sacamos la siguiente conclusión. La gente va por dos buenas razones. Una: el ambiente que hay de lunes a domingo, y dos: la amabilidad demostrada por el personal que allí trabaja.

Son dos buenas razones de peso, no sé cuanto pesa cada una de las razones pero seguro que bastante, sólo hay que observarlas detenidamente. Es una pregunta filosófica que deja ensimismada a mucha de la gente, porque señores/as, no se llamen a engaño, allí la gente va para pasárselo bien, pero también a llevar una vida contemplativa. La conversación de la gente es variada: hablan de la fuerza necesaria para mover dos carretas, de carrileras (oriundas de Carril, creo), algún matemático habla de senos, expertos en música hablan del instrumento ruso por excelencia la balalouka, feministas que quieren cambiar el nombre del domingo por dominga, avicultores discutiendo por las pechugas de los pollos, fruteros que hablan de melones, peras, cocos y sandías, chicas que se llaman Lolas, técnicos de globos aerostáticos, ganaderos hablando de ordeñar, incluso hay peritos forestales debatiendo sobre montes y montículos.

Hombres y mujeres, chicas y chicos, adolescentes varios, y hasta niños de teta, en esa clientela no hay límite de edad (que le pregunten a Ramiro y a Willy) a todo el mundo le gusta bajar las escaleras. Tendremos que comprobar el viernes personalmente la atracción de este enigmático lugar.